¿Alguna vez has sentido que, pese a tu formación y experiencia, no eres lo suficientemente válido como psicólogo? Esa sensación de no estar a la altura, de pensar que tus logros se deben más a la suerte que a tu capacidad, tiene un nombre: síndrome del impostor. Este fenómeno afecta a profesionales de muchos ámbitos, pero en el caso de los psicólogos puede ser especialmente doloroso. ¿Cómo acompañar a otros en sus procesos si uno mismo se siente un fraude? En este artículo exploraremos qué es, por qué aparece y cómo superarlo desde un enfoque cognitivo-conductual, con herramientas prácticas para recuperar la seguridad profesional y personal.

¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor es un patrón psicológico descrito por Pauline Clance e Imes (1978), caracterizado por la dificultad para reconocer los propios logros y el miedo persistente a ser descubierto como un “fraude”.
Señales habituales en psicólogos psicoterapeutas:
Sensación de que los pacientes “notarán” que no sabes suficiente.
Creer que otros colegas están siempre mejor preparados.
Restar valor a tus resultados clínicos, atribuyéndolos al azar o al paciente.
Ansiedad antes de cada sesión por miedo a “no estar a la altura”.
Aunque pueda parecer paradójico, se estima que más del 60% de los profesionales sanitarios lo experimentan en algún momento de su carrera.
¿Por qué afecta tanto a los psicólogos?
El trabajo terapéutico exige alta responsabilidad emocional. Los psicólogos no solo manejan conocimiento científico, también deben ser referentes de estabilidad y seguridad. Esto puede generar una presión añadida que alimenta el miedo a equivocarse.
Además, en España la cultura de la autoexigencia y la comparación constante con colegas (a través de redes sociales, publicaciones o formaciones) favorecen que aparezcan pensamientos automáticos como:
“No sé suficiente de trauma, debería haber estudiado más.”
“Mis colegas tienen más pacientes que yo, seguro que lo hago peor.”
“Un verdadero experto nunca dudaría como yo lo hago.”
El enfoque cognitivo-conductual aplicado al síndrome del impostor
La terapia cognitivo-conductual (TCC) ofrece herramientas muy eficaces para manejar este problema. Se centra en identificar y modificar los pensamientos distorsionados que alimentan la inseguridad.
Distorsiones cognitivas frecuentes:
Pensamiento de todo o nada: “Si no lo hago perfecto, soy un mal psicólogo.”
Minimización del éxito: “Ese paciente mejoró porque él puso de su parte, no por mi trabajo.”
Comparación constante: fijarse solo en lo que otros logran y no en los propios avances.
Estrategias desde la TCC:
Reestructuración cognitiva: cuestionar la validez de esos pensamientos. ¿Existen pruebas objetivas de que no eres un buen profesional?
Registro de logros: anotar cada semana pequeños y grandes éxitos en tu práctica clínica.
Exposición gradual: enfrentarse a situaciones temidas (como presentar un caso en supervisión) para comprobar que no ocurre la “catástrofe” anticipada.
Consejos prácticos para psicólogos que sienten el síndrome del impostor
1. Reconoce que no estás solo
Muchos psicólogos, incluso con años de experiencia, lo sienten. Normalizar este fenómeno ya es un primer paso para disminuir su impacto.
2. Crea una red de apoyo profesional
Compartir dudas en supervisión clínica o con colegas de confianza ayuda a ganar perspectiva y a comprobar que tus miedos no reflejan tu verdadero nivel de competencia.
3. Diferencia humildad de inseguridad
Es saludable reconocer limitaciones y seguir formándose, pero no debes confundir autoexigencia realista con autocrítica destructiva.
4. Aprende a valorar los resultados
Cada paciente que mejora gracias a tu acompañamiento es una prueba concreta de tu eficacia. Guarda testimonios, notas o casos de éxito como recordatorio en momentos de duda.
5. Cuida tu autocuidado
El estrés crónico y la fatiga emocional intensifican la autocrítica. Dormir bien, tener ocio y respetar los descansos es fundamental para mantener la confianza en tu práctica.
Recuperar la seguridad profesional
Superar el síndrome del impostor no significa dejar de dudar nunca, sino aprender a relacionarte con esas dudas de forma más sana. Como psicólogo, sabes que la mente genera pensamientos automáticos que no siempre son verdad. Lo mismo ocurre con tus inseguridades profesionales.
La clave está en detectar esas creencias, cuestionarlas y reemplazarlas por interpretaciones más ajustadas a la realidad. Ese mismo trabajo que realizas con tus pacientes es el que puedes aplicar contigo mismo.
Recordar que la perfección no existe y que el crecimiento profesional es un camino continuo te permitirá vivir tu práctica con más calma y confianza. Si sientes que el síndrome del impostor limita tu bienestar o tu desarrollo como terapeuta, no dudes en buscar acompañamiento psicológico: incluso los psicólogos necesitan terapia en ciertos momentos.
Dar el paso hacia el autocuidado no te resta profesionalidad, al contrario: te convierte en un terapeuta más humano, coherente y cercano.
Sobre mí
Psicólogo en Valencia | Julio García
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